Buuuuufffff. Me ha resultado difícil saber cómo comenzar la entrada de hoy. Muchas cosas que contar, muchas sensaciones, muchos recuerdos, y no sabía cómo hacerlo, pero aquí estoy.
Como la gran mayoría de vosotros sabéis, ayer disputé la XXIX edición del Maratón de Sevilla, uno de los mejores maratones de España y que, ojalá, se convierta en uno de los más atractivos, también, a nivel internacional. De la preparación habéis tenido buena cuenta durante las últimas semanas, así que me centraré en la prueba sevillana.
A Sevilla llegué con muchas ganas, con fuerza, con garra. Las semanas previas, los meses anteriores, he trabajado bien, he estado haciendo los deberes como buena alumna que soy. Cuando haces tu trabajo, cuando vas viendo que das el callo, que te esfuerzas cada día, que te levantas tras el más mínimo tropezón, no puedes más que esperar a que todo salga bien el Día D y que no se tuerza nada durante la competición. Ese era mi planteamiento de salida. Mi invierno ha sido bueno, casi genial, con resultados en pruebas de cross tal vez algo mejores de las que esperaba. En la ruta puedo decir tres cuartos de lo mismo, por lo que tenía la moral por las nubes. Si salía un buen día y el cuerpo estaba presto para dar respuesta a todo el trabajo realizado, podría cumplir mi objetivo.
Como en las ocasiones anteriores, conté con la fantástica ayuda de Modesto Álvarez, que me entiende a la perfección, que me conoce como si entrenáramos juntos a menudo. La idea era salir a ritmo de 1h18 hasta la media maratón y, a partir de allí intentar doblar la media o correr un poquito más de lo esperado
No me importaban cuántas atletas africanas llevaba delante, tan sólo quería seguir sintiendo la fuerza en mi interior, que mis músculos no desfallecían para mirar el crono y decir: ahora sí que sí. Y así fue. Unos 300 últimos metros en el Estadio Olímpico me hicieron estallar de alegría, encarar la última recta con ganas de arañar cada segundo. Ver en el electrónico los dígitos de 2h35 me ayudó a mirar atrás y a darme cuenta de que el esfuerzo tiene su recompensa….
No me importaban cuántas atletas africanas llevaba delante, tan sólo quería seguir sintiendo la fuerza en mi interior, que mis músculos no desfallecían para mirar el crono y decir: ahora sí que sí. Y así fue. Unos 300 últimos metros en el Estadio Olímpico me hicieron estallar de alegría, encarar la última recta con ganas de arañar cada segundo. Ver en el electrónico los dígitos de 2h35 me ayudó a mirar atrás y a darme cuenta de que el esfuerzo tiene su recompensa….
Finalmente llegué a meta en cuarta posición con un registro de 2h35´40´´ , una marca que me alegra y satisface mucho, pues es el resultado de un largo y duro trabajo. Además, me va a servir para darme cuenta de que puedo correr en registros interesantes, de que puedo afrontar futuros maratones con cierta garantía de estar entre las mejores.
Ahora toca reponer fuerzas, recuperar al cuerpo e intentar llegar en las mejores condiciones posibles al Campeonato de España de Cross, que se celebrará el próximo 10 de marzo en Granollers.
Muchas gracias por vuestro constante apoyo y por la gran cantidad de mensajes de felicitación.