Si cerráis los ojos y echáis la vista atrás, a los últimos meses y temporadas encontraréis, en relación con los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, un eslogan o frase similar: Rumbo a Río, Go to Rio, Camino a Río, etc. Efectivamente, también ha sido así en mi caso. Cuando un deportista se pone como objetivo representar a su país en unos Juegos Olímpicos ha de saber que el camino será largo, muy largo, y no me refiero sólo a la distancia geográfica.
En mi caso, como atleta de fondo, como maratoniana, se podría decir que, lo mires por donde lo mires, el camino es mucho más largo que los 42.195 metros de la distancia que hiciera famosa la figura de Filípides y toda la historia que hay detrás de tan mágica cifra. Ahora mismo me resulta imposible determinar con exactitud cuándo subrayé en rojo el nombre de Río en mi mente. Sí que os puedo asegurar que hace de ello varias temporadas. Tras hacer cábalas y cuentas de todo tipo, hubo un momento en que decidimos, mi entorno familiar y mi entrenador Abel Antón, poner todas las cartas sobre la mesa y luchar y trabajar duro por estar en agosto de 2016 en Río de Janeiro.
El camino no ha sido fácil. De hecho, nada en esta vida es simple y sencillo. Menos aún en una prueba tan dura, exigente y compleja como el maratón. Si a ello le unimos que los mejores de cada país quieren vestir los colores de su selección en una de las pruebas reinas del calendario olímpico, la cosa se complica de forma exponencial. En estas últimas temporadas ha habido de todo en mi carrera: éxitos, triunfos, felicidad, alegría, felicitaciones ... pero también dolor, lesiones, dudas, críticas. Casi cada temporada hemos tenido que poner en funcionamiento la balanza para sopesar si merece la pena el esfuerzo, el tiempo, la energía. Hemos tenido que jugar muchas partidas que en más de una ocasión hicieron que la brújula girara en dirección opuesta a la de Río.
Finalmente, parece que los astros se alinearon en mi favor y ha contribuido a que los vientos soplen en dirección oeste, en dirección a Río. Dos maratones en dos meses, como los de Frankfurt y Sevilla. Dos ciclos preparatorios de ambas competiciones dejaron huella, pero tras lo conseguido en Sevilla pude ver que era posible, que yo, Estela Navascués podría estar en la marabunta que supone la familia olímpica.
Ahora mismo todo el padecimiento ha quedado atrás. También lo han hecho los obstáculos y los problemas. El camino es ahora más corto que nunca. Por delante: algo menos de 8.100 kilómetros de viaje y, lo que es más importante: los 42.195 metros del maratón olímpico.
Creedme si os digo que Río ha supuesto mucho. En el camino han quedado muchos desvelos, sufrimiento físico, a veces incluso mental y psicológico. La presión y la tensión también ha hecho de las suyas. A ello se les puede unir las pequeñas piedrecitas que no estaban en el camino, pero que, cuando te das cuenta, aparecen ante ti porque algo o alguien las ha situado ahí. Bueno, no queda nada, sólo dar el 200% de lo que tengo dentro y luchar hasta la extenuación por hacer de mi siguiente maratón un fin de fiesta especial. Considero el maratón olímpico como un premio, pero como un premio que me merezco. Sí, pues lo he luchado con todas mis fuerzas, con todas mis ganas y energías. Serán en torno a dos horas y media más de esfuerzo físico, de lucha mental contra el cronómetro, contra los hitos kilométricos, contra el asfalto y esa línea azul que marca el camino hacia el cielo ...o hacia el infierno. Ojalá en nuestro caso la opción que toque sea la primera de ellas.
Y el maratón quedará atrás. Y serán muchos los recuerdos, los instantes, las fotografías. Tocará disfrutar de lo recorrido, de lo vivido ... y de los Juegos. Será el momento de gozar del mayor evento deportivo jamás creado. Son muchos años soñando y pensando en ello y no es plan de desaprovechar la oportunidad. Por supuesto, os iré dando cumplida cuenta de lo que por Río se cuece.
También tenéis que creerme si os digo que esto no lo he conseguido yo sola. Junto a mí, detrás de mí, tanto a la vista como en la sombra, hay mucha gente que me apoya, que me da aliento, que me ha ayudado y me ayuda. Personas, grupos, patrociandores, instituciones. Ellos han estado conmigo y conmigo a Río irán, cada uno a su manera. Vosotros sois parte de lo que me llevo conmigo. No iréis en mi maleta, pero sí en mi corazón y en mi memoria.
Gracias. Nos vemos en Río... Ups, oígo por megafonía "Señora Navascués, dese prisa que el avión va a despegar ...". Hasta luegoooooo.